Viernes 1 de junio, día nublado que opaca el bello cielo azul cajamarquino. No tenía ganas de hacer gran cosa, tal vez intuyendo lo que me iba a pasar. A pesar de querer estar en mi cama mirando la TV tenía que realizar una gestión en el banco.
Comienzo de mes y como es lógico todo el mundo estaba en el banco, y todo el mundo también quería salir de él lo más rápido posible. La única opción que tenía era lidiar con la interminable y cada vez más interminable cola.
Por fin, después de 10 minutos de espera, me acercaba a la maquinita que suministra los tickets de atención, pero eso no era todo, luego a esperar más tiempo para ser atendido… Pues bien, cuando me disponía a sacar el bendito papel que me acerque a la ventanilla, cual flecha se me atraviesa un sujeto, interponiéndose entre el inminente encuentro entre esa maldita máquina y yo.
Pensé que el señor no se había dado cuenta de que atrás mío había una gran cantidad de gente, tratando de hacer lo mismo que él iba a hacer, y traté de explicarle que se tenía que ubicar atrás de la última persona que se encontraba en la cola, para después de mucha paciencia y también un poquito de buen humor esperar gallardamente para realizar esta actividad.
Su respuesta fue una mezcla de ironía y desparpajo: “Sabes que compadrito, yo he estado haciendo cola hace rato”, simplemente me dejó perplejo la facilidad con que la soltó, como si hubiese estado preparado hace siglos para decirla.
O yo estaba loco, o es que otra vez me había cruzado con uno de estos “vivazos” que tienen la capacidad de sacarnos de nuestras casillas al extremo de querer sacarles la cabeza.
Me llené de frustración y rabia en 2 segundos, sabiendo que tenía que hacer algo, no por que haya querido ser atendido antes que él, sino por el hecho del respeto a los demás, ya que no es justo que uno tenga que aguantar un buen rato esperando, y llegue un hijo de nadie y a la primera oportunidad se “zampe”, como criollamente se conoce a esta actitud tan peruana, en la cola.
Pues bien, yo ya estaba hecho un demonio y le proferí un discurso sobre el respeto a los demás. Por cierto, no escuché a ninguno de los demás decir nada, tal vez porque ya se volvió una rutina que otros se metan en la cola sin interesarles el resto.
Simplemente imperturbable, al espécimen que tenía al costado no le interesó ni una palabra de lo que yo decía, lo único que le interesaba era escapar lo antes posible de ese banco para no tener que aguantar a este imbécil que todavía cree en esas “huevadas”.
Después de varios intentos, salió el ticket y el sujeto se fue de lo más normal a esperar que en la pantalla aparezca su número, mientras yo me tuve que tragar toda mi frustración, y seguir como si nada hubiese sucedido.
Cuando trataba de olvidar lo sucedido, se me acercó un señor que había estado observando la situación, y se puso a decirme que yo tenía la razón, que no era justo que el tipo este se haya metido en la cola y cosas de ese tipo. En ese momento yo no sabía si quería golpear al que se había metido en la cola o si quería golpear al sujeto que tenía al costado, la razón, muy simple, su conformismo. Por qué, si el pensaba lo mismo que yo, no se lo dijo, porque no protestó, porque no trató de defender su derecho.
Lo que le dije es que este país, o sea nuestro querido Perú se jode cada día más por personas como él…por personas que no protestan por lo que les parece justo, por personas que sienten que pisotean sus derechos y sin embargo no hacen nada para defenderse, y por personas que se creen los vivos, esos que buscan cualquier oportunidad para sacar algún provecho personal, sin importarles el resto.
Comienzo de mes y como es lógico todo el mundo estaba en el banco, y todo el mundo también quería salir de él lo más rápido posible. La única opción que tenía era lidiar con la interminable y cada vez más interminable cola.
Por fin, después de 10 minutos de espera, me acercaba a la maquinita que suministra los tickets de atención, pero eso no era todo, luego a esperar más tiempo para ser atendido… Pues bien, cuando me disponía a sacar el bendito papel que me acerque a la ventanilla, cual flecha se me atraviesa un sujeto, interponiéndose entre el inminente encuentro entre esa maldita máquina y yo.
Pensé que el señor no se había dado cuenta de que atrás mío había una gran cantidad de gente, tratando de hacer lo mismo que él iba a hacer, y traté de explicarle que se tenía que ubicar atrás de la última persona que se encontraba en la cola, para después de mucha paciencia y también un poquito de buen humor esperar gallardamente para realizar esta actividad.
Su respuesta fue una mezcla de ironía y desparpajo: “Sabes que compadrito, yo he estado haciendo cola hace rato”, simplemente me dejó perplejo la facilidad con que la soltó, como si hubiese estado preparado hace siglos para decirla.
O yo estaba loco, o es que otra vez me había cruzado con uno de estos “vivazos” que tienen la capacidad de sacarnos de nuestras casillas al extremo de querer sacarles la cabeza.
Me llené de frustración y rabia en 2 segundos, sabiendo que tenía que hacer algo, no por que haya querido ser atendido antes que él, sino por el hecho del respeto a los demás, ya que no es justo que uno tenga que aguantar un buen rato esperando, y llegue un hijo de nadie y a la primera oportunidad se “zampe”, como criollamente se conoce a esta actitud tan peruana, en la cola.
Pues bien, yo ya estaba hecho un demonio y le proferí un discurso sobre el respeto a los demás. Por cierto, no escuché a ninguno de los demás decir nada, tal vez porque ya se volvió una rutina que otros se metan en la cola sin interesarles el resto.
Simplemente imperturbable, al espécimen que tenía al costado no le interesó ni una palabra de lo que yo decía, lo único que le interesaba era escapar lo antes posible de ese banco para no tener que aguantar a este imbécil que todavía cree en esas “huevadas”.
Después de varios intentos, salió el ticket y el sujeto se fue de lo más normal a esperar que en la pantalla aparezca su número, mientras yo me tuve que tragar toda mi frustración, y seguir como si nada hubiese sucedido.
Cuando trataba de olvidar lo sucedido, se me acercó un señor que había estado observando la situación, y se puso a decirme que yo tenía la razón, que no era justo que el tipo este se haya metido en la cola y cosas de ese tipo. En ese momento yo no sabía si quería golpear al que se había metido en la cola o si quería golpear al sujeto que tenía al costado, la razón, muy simple, su conformismo. Por qué, si el pensaba lo mismo que yo, no se lo dijo, porque no protestó, porque no trató de defender su derecho.
Lo que le dije es que este país, o sea nuestro querido Perú se jode cada día más por personas como él…por personas que no protestan por lo que les parece justo, por personas que sienten que pisotean sus derechos y sin embargo no hacen nada para defenderse, y por personas que se creen los vivos, esos que buscan cualquier oportunidad para sacar algún provecho personal, sin importarles el resto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario