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Estudiante de Comunicaciones y casi Ingeniero de Sistemas. Los placeres que me producen orgasmos son: la música, la lectura, y la fotografía. Declarado hace varios años como un aspirante a NADA.

viernes, 29 de junio de 2007

5 SEGUNDOS

Esos pequeños pasos rompieron el silencio que se había instalado en la casa cinco noches atrás.
Esta vez no fue a olisquear su plato, tal vez sabía que no habría comida, total ya llevaba cuatro días esperando a que llegue. En vez de pasar por la cocina, fue a su cuarto, corrió tan de prisa como pudo. Lo quería, lo extrañaba, necesitaba sentirlo cerca. Se subió a la cama y empezó a olfatear, empezaron a caer lágrimas de sus ojos, quién dice que los animales no sienten. Él no se imaginaba que nunca regresaría, sólo quería que le acaricie la cabeza y que en un acto total de amor le rasque la panza mientras él se entregaba lleno de amor…
***

Dos noches sin escuchar su voz eran demasiado. No sabía por qué no contestaba el teléfono, si sólo fue una pequeña discusión. El día anterior había ido a su casa, inútilmente esperó en la puerta una hora mientras escuchaba que adentro el perro aullaba, no le quedó otra que ir a su casa y matarse pensando en cosas malas, en las peores. “Y si le pasó algo, no…ya me hubiese enterado”. “De hecho que se consiguió a otra, por eso andaba tan raro estos últimos días, enojándose por todo.”. Ella no concebía su mundo sin él, intentó llamarlo muchas veces esa noche pero su celular seguía apagado y el maldito teléfono de su casa sólo timbraba. Ella no quería pensar que él nunca regresaría, pero algo le decía que sería así.

***

Esa fría noche de abril él tenía una cita con ella, estaba muy ansioso porque le pediría matrimonio. Cómo siempre, le dejó la comida a su perro antes de salir.
Tomó la ruta más larga, ya que quería ingeniárselas como le pediría que sea su esposa, estaba seguro que ella lo perdonaría, total la noche anterior habían tenido una estúpida discusión, estúpida como las que tienen las parejas que realmente se quieren. Cuando estaba a tres cuadras de la casa de ella, escuchó el fuerte rugido de un carro a gran velocidad, cuándo volteó a mirar ya era muy tarde, el chofer de la vieja camioneta estaba borracho y se había subido a la vereda en la que él estaba. Antes de sentir la muerte, sólo pensó en ella, y pensó que ella cuidaría siempre de su perro.

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