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Estudiante de Comunicaciones y casi Ingeniero de Sistemas. Los placeres que me producen orgasmos son: la música, la lectura, y la fotografía. Declarado hace varios años como un aspirante a NADA.

lunes, 7 de enero de 2008

TREMOFOBIA

El frío de la ciudad no pudo contra sus ganas de caminar esa tarde de invierno dónde todo se volvió tan confuso.
La pared amarilla de su habitación reflejaba su estado de ánimo. La ducha de esa mañana duró más de lo usual, presentía que algo estaba pasando. Su vieja fobia a los temblores hizo que después de estar 45 minutos bajo el chorro de agua saliera corriendo a su habitación a cambiarse lo más rápidamente posible. El solo hecho de no poder hacer nada si había un temblor lo aterraba al punto de sentir que todo a su alrededor empezaba a moverse, la angustia que sentía en esos instantes fue lo más parecido a lo que sintió esa tarde.
Una pesadilla que no podía recordar hizo que se despierte de un salto. Quiso continuar con su siesta (esa tarde no tenía nada que hacer)
pero ya no pudo. Al despertar bien escuchó voces detrás de las paredes. Entre ellas murmuraban en una lengua muy extraña. No entendió nada de lo que hablaban, y menos entendió porque las voces venían de ese lugar si su habitación estaba en un tercer piso y la pared de la cual provenían los murmullos daba a la calle.
Miró su reloj, las 2 y 40 de la tarde. Odiaba esa hora porque según él era el momento donde no había nada que hacer.
La tremofobia hizo que otra vez el pánico se apodere de su cuerpo. Sintió que todo empezaba a temblar, la cama, la TV, el viejo toca-cassettes, el rompecabezas que anda armando, absolutamente todo en su habitación empezó a temblar junto con él. Sintió que entraba en un remolino donde todo se movía cada vez más rápido. Y las voces, esas malditas voces empezaron a escucharse cada vez más fuerte.
Cuándo volvió en sí estaba tirado en el suelo de su cuarto. En un arrebato de desesperación había tumbado el rompecabezas, tres días de trabajo se habían desmoronado por toda la habitación. Vio el reloj, habían pasado tres minutos desde la última vez que lo había visto. Tirado en el suelo se le vino a la mente una de las voces. La había escuchado con total claridad. Cogió el celular y la llamó. Ni bien escuchó su voz sabía que algo extraño estaba pasando. Ella le dijo que ya no pasaba nada entre ellos, que si quería se podía ir a la mierda (él y todos sus planes) y luego colgó.
En ese momento realmente quiso que ocurra un temblor para que ella sienta lo que él sentía. Todo ese huracán en ese instante se fue a su alma. Tardó en reponerse unos minutos de esa fuerte sacudida, quiso asimilar que ella nunca había sido real y que todo lo maravilloso se había acabado tan rápido igual a como los temblores acaban con todo.
Antes de salir a caminar por la lluvia en esa fría tarde de invierno recordó la pesadilla. Era el miedo a perderla lo que lo había despertado de ese modo, todo era tan perfecto hasta esa tarde, ahora la pesadilla era real.
Mientras regresaba a su casa, después de dos horas de mojarse como un idiota, sintiendo que el agua lo tranquilizaba lentamente, se acordó de la voz a la que decidió escuchar esta vez.
“Solo siempre estarás mejor”, fue lo que le dijo.

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