POBRE HUEVÓN

A veces me dan ganas de no ser tan huevón, y de no hacer un mundo por todo.

Qué si el niño que te pide limosna te mira con ojos de no comí en tres días, mientras tú vas saliendo de un Restaurante comiendo casi por gula, simplemente me lleva al ocaso dominguero, instante que parece durar en mi alma como muchas horas con dolor de huevos.

Qué si mi estómago no se contrae con esa facilidad tan asombrosa cuando estoy angustiado. Con mil cosas por hacer, con dos mil cosas que pensar, con tres mil cosas por fotografiar, mi cerebro se da el lujo de bloquearse y angustiarme (creo yo) por la pura y santa hueva. Si no tengo plata, si estoy solo, si no tengo con quien hablar, si no puedo escribir como quisiera, si nunca haré cine, si la chica que me gusta no quiere conmigo, si no me quiero podrir en una oficina con un terno de mierda, si no quiero traer niños al mundo, si el mundo cada día me das más miedo, si me va a ir mal en el negocio…son algunas de las situaciones que me he puesto a pensar en los últimos tiempos, sin hacer nada por remediarlas, y sé que el más sufrido de todo esto es mi cada vez más adolorido estómago.

Qué si alguien me dice NO, me pongo a imaginar mil historias, una más triste y ruin que la otra. ¿Por qué?, ¿le caigo mal?, ¿la cagué diciéndole eso?, ¿se va a poner mal?...son algunas de las preguntas que me tengo que contestar cada vez que me siento culpable por algo, creyendo que siempre tengo la culpa de todo, y creyendo también que yo no soy nadie para hacer sufrir a alguien, por más mínimo que sea el dolor.

Qué si yo puedo decir NO. Un monosílabo tan valioso, pero tan distante a mi, casi siempre. Me es tan difícil poder mencionarlo, puede ser el miedo a fallar a los demás o el querer estar bien con todos, así sean Dios o el diablo. Mil veces me prometí aprender a decir NO, pero NO puedo. Me gustaría tanto decirte: NO quiero hacer esto, NO me parece tu idea, NO sigamos con esto, NO te puedo ayudar, NO tengo tiempo, NO te lo puedo prestar, pero sobre todo quiero decir NO ME JODAS…