Siempre pensaste que serías feliz mi adorada Helena, pero mejor te hubieses llamado Esperanza, por que eso es lo último que se pierde en la puta vida, y tú siempre te esperanzaste a la felicidad.
Ah, maldito destino, si tú no te hubieses atravesado en mi camino. Si ese día yo no hubiese acudido al dentista, si no chocaba el taxi en el que iba a que ese maricón del doctor Benítez me saque la muela, si no contestaba el teléfono cuando lo escuché timbrar al momento que cerraba la puerta, si no me hubiese puesto mi viejo pantalón negro, que ya para entonces de negro tenía menos que yo de bueno, maldito pantalón, por qué tardé tanto en encontrarlo esa maldita tarde en que te conocí.
Iba yo de lo más tranquilo, después de haber llevado un gran susto y haber dado una pequeña puteada al taxista que me llevaba a una cita con mi destino. Bajé de ese carro, di 6 pasos y te vi. Como siempre tú estabas en otro lugar, nunca estuviste tan abajo como nosotros, como te envidiaron por eso desde niña. Cuantas lágrimas causaste a tantos pretendientes que te juraban suicidio y arrepentimiento tuyo por el resto de tu vida si no aceptabas estar con ellos; pobres idiotas, ahora me vuelvo a imaginar esos rostros que tú me detallabas cada vez que decías que no sabías por qué estabas conmigo.
El hecho es que parecía que andabas por las nubes, tal vez imaginando que esta ciudad no era la tuya y que te encontrabas de paso, esperando la felicidad, porque no había día en que no nombraras esa puta palabra.
“Quiero ser feliz, tengo que ser feliz” era lo único que te escuchaba decir cada vez que terminábamos peleando y yo siempre te metía dos bofetadas, hasta que hoy ya no pude más…
Perdóname mi querida Helena, pero hoy no me pude aguantar más. Era demasiado el odio, demasiada presión. No sabes lo mal que me estaba sintiendo por no darte lo que te mereces, por no saber que eres mujer y que eres mucho más que yo, por no saber que siempre fuiste superior a mi, perdóname por creer que siempre te tendría a mi lado.
Pero ahora sé que no es así…me siento mareado, todo da vueltas a mi alrededor. Perdóname otra vez mi querida Helena…Ojalá que donde estés ahora realmente puedas encontrar la felicidad.
Iba yo de lo más tranquilo, después de haber llevado un gran susto y haber dado una pequeña puteada al taxista que me llevaba a una cita con mi destino. Bajé de ese carro, di 6 pasos y te vi. Como siempre tú estabas en otro lugar, nunca estuviste tan abajo como nosotros, como te envidiaron por eso desde niña. Cuantas lágrimas causaste a tantos pretendientes que te juraban suicidio y arrepentimiento tuyo por el resto de tu vida si no aceptabas estar con ellos; pobres idiotas, ahora me vuelvo a imaginar esos rostros que tú me detallabas cada vez que decías que no sabías por qué estabas conmigo.
El hecho es que parecía que andabas por las nubes, tal vez imaginando que esta ciudad no era la tuya y que te encontrabas de paso, esperando la felicidad, porque no había día en que no nombraras esa puta palabra.
“Quiero ser feliz, tengo que ser feliz” era lo único que te escuchaba decir cada vez que terminábamos peleando y yo siempre te metía dos bofetadas, hasta que hoy ya no pude más…
Perdóname mi querida Helena, pero hoy no me pude aguantar más. Era demasiado el odio, demasiada presión. No sabes lo mal que me estaba sintiendo por no darte lo que te mereces, por no saber que eres mujer y que eres mucho más que yo, por no saber que siempre fuiste superior a mi, perdóname por creer que siempre te tendría a mi lado.
Pero ahora sé que no es así…me siento mareado, todo da vueltas a mi alrededor. Perdóname otra vez mi querida Helena…Ojalá que donde estés ahora realmente puedas encontrar la felicidad.